13 noviembre 2011

Se imaginan el algodón como alimento!


No es de extrañar encontrar actualmente en los supermercados semillas comestibles que hasta hace algunos años no se consumían regularmente. La soya y la semilla de girasol son dos ejemplos. ¿Será posible que en el futuro la oferta de las semillas que llegan a la mesa sea mayor?
Keerti Rathore, profesor de la Universidad A&M de Texas, llegó a Ecuador para exponer la posibilidad de que semillas de algodón sean aptas para el consumo humano y animal.

Este tipo de manipulación genética está siendo analizada por este doctor en Bioquímica y la Facultad de Biotecnología de la Escuela Politécnica del Ejército (Espe), con la finalidad de que los países pobres consideren este proyecto como una posible solución a sus problemas de escasez de alimentos.
La investigación para proponer el consumo de semillas de algodón comenzó en 1996, cuando Rathore solo contaba con dos personas para realizar pruebas. No obstante, el reto principal era modificar la planta para disminuir al mínimo una sustancia tóxica llamada gosipol, que en la planta funciona como un insecticida.
En los seres humanos y animales, que cuentan con un sistema gástrico con un solo estómago, el consumo en grandes cantidades de gosipol tiene varios efectos adversos. Se puede producir envenenamiento, disminución de apetito, pérdida de peso, estreñimiento y hasta problemas para que los glóbulos rojos transporten oxígeno a la sangre.
Los primeros experimentos consistieron en silenciar al gen que se encarga de producir esta sustancia química. Sin embargo, al eliminar el gosipol de toda la planta de algodón esta era atacada por varios insectos.
Diez años después, el departamento de investigación de agricultura de la Universidad de Texas, liderado por Rathore, logró las primeras plantas con este gen silenciado solo en la semilla. Es decir, que el gosipol se encuentra en el resto de la planta para que se proteja, pero en la semilla fue disminuido a cantidades que ya no son nocivas para el consumo.
A partir del 2006, Rathore amplió su equipo de trabajo a cinco personas, que hasta la actualidad realizan cruces de plantas de algodón para comprobar si el trabajo genético de silenciar el gen se mantiene por varias generaciones. El proyecto entró en el 2009 en la etapa de prueba para consumo animal, publicó la revista Future de la empresa estadounidense Syngenta, dedicada al desarrollo de plantas sustentables.
Rathore afirmó que las pruebas continuarán durante al menos diez años, sobre todo hasta que la Agencia de Alimentos y Drogas de EE.UU. (FDA por sus siglas en inglés) garantice que la semilla pueda ser consumida. Pero naciones como Sudáfrica y la India ya han mostrado interés en implementar esta técnica para satisfacer las necesidades de alimento.
Rathore sostiene que la manipulación de plantas se ha venido haciendo por años y no es peligrosa si se hace con cautela.

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